Cuando el color es de las hojas
Es tiempo de árboles con hojas amarillas y rojas que caen al suelo. La muerte de hojas no es algo que "les pasa" a estos árboles. Es algo que ellos "hacen".
Parecería que la caída de las hojas en otoño les pasa a los árboles sin que ellos hagan algo al respecto. Al fin y al cabo, parece que llega el invierno, no toleran el frío y se les mueren las hojas. Y no sólo mueren, se caen muertas y los dejan desnudos hasta la próxima primavera. Pero en realidad los árboles son protagonistas muy activos de este drama que aquí te cuento en tres actos: la detección, el vaciamiento y la caída. Para toda la obra piensa que los personajes son árboles como el fresno o el ginkgo.
La detección
Has abierto un negocio comercial en una ciudad balnearia. Te han dicho que en algún momento se termina la temporada: a medida que pasan los días aumenta la probabilidad de que ocurra una tormenta helada, que si te toma con el local activo lo destruye por completo o lo daña seriamente. Si, en cambio, antes de que llegue la tormenta retiras toda tu mercadería y cierras hasta la nueva temporada, tu local y tu mercadería estarán a salvo. ¿Cuándo cierras?
A lo largo de su evolución, los árboles debieron resolver un enigma parecido. En verano mantienen las hojas verdes desplegadas, capturan luz solar, la transforman en alimento mediante la fotosíntesis y su negocio da rédito: pueden alimentar al tronco, a las raíces, crecer más alto, florecer, dar fruto, defenderse de los enemigos, y todo el resto de asuntos vegetales que suelen atender. Pero en algún momento el verano se termina y pueden haber heladas o nevadas que destruyan esas hojas verdes ricas en nutrientes. Peor aun, si una nevada los toma con las hojas en sus copas puede romper ramas o hacer caer toda la planta. Difícilmente puedan abrir el local el verano próximo o lo harían maltrechos.
Una manera conservadora de resolver el enigma sería abrir el local prudentemente, unos pocos días. Brotar, hacer un poco de fotosíntesis y cerrar rápido por las dudas. Bien por el árbol Prudencio, pero parece que se perdió unos cuantos días de rédito. En cambio, considera a Temerario, el árbol que, desafiante y sin miedo a las consecuencias, decide estirar sus días de gloria bajo el sol. Apuesta fuerte y arriesga cada nuevo día por unas monedas de azúcar fotosintético. Temerario se va a estrellar contra una helada.
La selección natural se ocupó de eliminar a los Prudencios y a los Temerarios y se quedó con las especies actuales, equipadas con sistemas de detección que podrían avergonzar a los más avanzados laboratorios meteorológicos. Perciben la duración del día y las fluctuaciones de temperatura e integran estos datos en modelos complejos de toma de decisiones. Nada más fiel que la duración de la luz del día, al menos en este planeta inclinado que tenemos, para saber cuán cerca está el otoño. Desde el 21 de diciembre en nuestro hemisferio, los días se van acortando. En sintonía, cada especie ha evolucionado un sistema de alarma propio que le dice cuándo un día es demasiado corto para seguir confiando en el verano. También la temperatura da información sobre variaciones entre años o si estás en una ladera que mira al norte o al sur. Así las plantas calculan el momento de disparar el operativo otoño y balancear de forma óptima el rédito de la fotosíntesis con los riesgos climáticos de la helada destructora. Así saben cuándo cerrar el local.
El vaciamiento

El operativo otoño, disparado por los días cortos y las bajas temperaturas, consiste en ir apagando la hoja de a poco, al tiempo que se la vacía de todo contenido valioso y fácilmente removible. Las hojas verdes tienen muchos nutrientes, especialmente nitrógeno y fósforo, que a las plantas les cuesta mucho obtener desde el suelo. Calcula que un cuarto de las hojas como mínimo trabajan sólo para conseguir absorber nutrientes del suelo. Y a diferencia de los egipcios que creían que en el más allá los faraones podrían usar los tesoros, las plantas tienen muy claro que todos esos nutrientes no les van a servir de nada si las hojas muertas se los llevan a la tumba.
La mayor parte del nitrógeno de una hoja verde está en la clorofila y en una proteína clave para la fotosíntesis. Los “mineros” de la imagen rompen la clorofila y las proteínas. El nitrógeno así liberado se transporta desde las hojas al resto de la planta: ramas, tronco y raíces. Será usado para mantenimiento en el invierno y, sobre todo, para producir nuevas hojas al empezar la primavera (¡o antes flores!, como en el jacarandá). Típicamente, antes de morir, una hoja recicla la mitad del nitrógeno y del fósforo que tenía.
Al desaparecer la clorofila, la hoja toma colores amarillos o rojizos debido a otros pigmentos que no son reciclados, justamente por tener poco o nada de nitrógeno. Esos pigmentos amarillos y rojizos estuvieron siempre ahí cumpliendo funciones, sólo que la clorofila los tapaba con su verdor. Así, la hoja se ha ido apagando y contribuyendo al ahorro de nutrientes que la planta necesitará luego.
Tanto en la ciudad como en ambientes más naturales, los cambios de color son un placer. Como las plantas usan la duración del día y la temperatura como señales, hay modelos que predicen con bastante exactitud cómo y cuándo se podrá ver la onda de colores que se mueve desde las latitudes más frías hacia las más cálidas. En algunos lugares, esto llega a ser una atracción turística y el informe meteorológico anuncia los mejores sitios del momento para ir “a ver los colores”.
La caída
Una vez que la hoja muere, llega el momento de que el árbol se deshaga de ella. La base de la hoja, que está conectada al resto de la planta, tiene una capa de células muy particular. Una vez que la hoja ha entregado todo lo rescatable, unas hormonas dan la señal para que ciertas enzimas digieran las paredes celulares de esa capa hasta que se desintegra y la hoja cae, a veces sola, a veces ayudada por una brisa o una tormenta otoñal. En la naturaleza, las hojas caídas alimentan a la vida del suelo. Allí, una enorme diversidad de organismos es capaz de extraer de las hojas la energía y nutrientes que la planta no recicló en pie. Los nutrientes quedan disponibles para que las plantas los absorban y formen nuevas hojas.
Final
En definitiva, al árbol no se le mueren ni se le caen las hojas llegado el otoño. Más bien las mata y las tira, no sin antes sacarles todo lo valioso que podían devolverle. Y lo hace en el momento justo, suficientemente tarde como para aprovechar al máximo la temporada de verano y suficientemente temprano como para no arriesgar demasiado en la timba de la primera helada o nevada.
Notas
Prompt para la imagen del interior de la hoja: …el interior de una hoja, donde se ven las células en empalizada y del mesófilo esponjoso, pero es en realidad como una mina en la que trabajadores humanos con picos y carretillas están extrayendo nitrógeno y fósforo como si fueran metales preciosos y los transportan hacia un túnel de salida, que sería como el pecíolo de la hoja.
Ejemplo de modelo de predicción de la muerte de las hojas.